domingo, 20 de marzo de 2011

La novela lo estamos viviendo, pero el desenlace aún no lo sabemos

(Escrito por Miguel Silva Blanco) Hace ya buen tiempo en que Selene y yo iniciamos a escribir una novela, novela en la que hasta hoy protagonizamos variados e inesperados actos en distintos escenarios (religiosos, políticos, ficticios, reales y hasta más que amicales). La novela se torna cada vez más incierta, pero interesante: los actores intempestivamente se separaron, pero la novela continúa, pues los guiones lo dicta la ausencia a través del tiempo. Posiblemente serán actuaciones buenas o malas que eleven nuestros espíritus o que desgarren el alma.

La novela como todas inició un día cualquiera –sin guión, sin actores ni escenario establecido– El ambiente no fue el adecuado, pero perfecto, porque los dos –por mera casualidad– nos encontramos en el mismo espacio, participando despreocupadamente de una campaña política que a ninguno de los guionistas nos complace. Yo detesto la política más que una cachetada o un patadón en las pelotas propinada por un miserable e ignorante charlatán de callejón; y porque para ella, la política va en contra del credo que profesa.

En esas circunstancias de la vida conocí a Selene, convertida hoy en personaje principal y protagonista de la novela, siendo esto el aspecto positivo de esa detestada campaña política, porque nos permitió conocernos y comprender con una sola mirada que los dos reuníamos el perfil adecuado para protagonizar la novela que desde ese momento comenzamos a vivir.

La novela se iba edificando; las emociones fueron creciendo y los actores tomando las cosas en serio, tanto que en los actos los besos ya no eran ficticios, sino vehementes; que iban quemando la piel y entrelazando fuertemente nuestras almas para terminar fundidos bajo el suave dosel de la noche estrellada; hasta que un día, intempestivamente los actores se separaron, como consecuencia, la novela tiene un receso de presencias materiales; pero sigue escribiéndose a través de nuestros anhelos e ilusiones que a pesar de la distancia nos unen en el tiempo y en la complicidad de los recuerdos.

Como toda novela tiene escenas buenas y malas, más de una vez le causé llanto, pero tantas veces le desperté sonrisas y la llené de felicidad; ambos en el ínterin de nuestras actuaciones fuimos saboreando el acíbar y el almíbar de la existencia, juntos recorrimos caminos llanos y floridos, sorteamos obstáculos, escalamos montañas y cruzamos abismos haciendo puentes con nuestra fe, nuestra constancia y sacrificio, y desde lo alto a donde llegamos miramos complacidos los obstáculos vencidos, y allí sellamos con abrazos y besos como premio a todo lo logrado, como muestra de olvido al daño que alguna vez nos producimos y como muestra contundente que el destino siempre nos verá unidos.

La escena que hoy protagonizamos corresponde a un acto doloroso en la que los actores se encuentran en una situación confusa, sin comprender exactamente el porqué de la separación -a pesar que nos necesitamos- haciéndonos actuar con fingida hipocresía aparentando exteriormente que todo va bien, aunque por dentro nos estemos desgarrando poco a poco.

Hasta hoy, ni ella ni yo nos ponemos de acuerdo para continuar materialmente los actos, sin embargo, los guiones de hoy lo escribe la nostalgia con la pluma del tiempo. La escena de mañana será vuelta de página a la de hoy, y como toda novela y cuento de hadas, la nuestra también llegará a su fin, y habrá terminado como todas, como es mi deseo y el de Selene, con un desenlace FELIZ.

domingo, 20 de febrero de 2011

Te echo mi perfume hasta cuando regrese

A Selene por ser fuente de constante inspiración

(Por Miguel Silva Blanco) Después de conocernos y ser amigos, se nos hizo costumbre de encontrarnos cada fin de semana, luego cada tarde; y cuando no, nos extrañábamos tanto. Ambos contábamos los días y horas que faltaban para vernos. El tiempo juntos era fugaz; y las horas sin ella, eran eternas. Sin duda, nació algo más que amistad, ¡fue el amor! por lo que no queríamos dejar de vernos ni un solo instante.

Una noche consientes que en ausencia nos extrañábamos, su locura saltó a flor de labios: ¡te echo mi perfume hasta cuando regrese, para que imagines que estoy contigo! sacó de un bolso grande –de esos que los piroperos dicen que llevas hasta el catre– y echó su perfume de Spray en mi brazo izquierdo; esa fragancia se mantuvo por varios días, hasta que nos volvimos a encontrar. Pensar que un líquido volátil podría perdurar tanto tiempo, sin duda, fue la magia del amor lo que permitió ese prodigio que alimentaba mi dicha e incrementaba mi esperanza cada instante.

Hoy que no estás, todo esto ha quedado dormido, latente, esperando tu regreso para que lo despiertes, lo avives y lo conviertas en una hoguera en la que nos consumamos los dos en llamas eternas de amor. Hoy en tu ausencia he sentido la necesidad de respirar tu aliento; disfrutar el aroma que dejaste en mi brazo para pensar en ti, sentir tu perfume que llega desde lejos para distraerme las lecturas; o tal vez, llegar sonriente cada mañana para salir y disfrutar la naturaleza, o para quedarte conmigo tantas horas y repetir mil veces ¡Te Amo!.

Tu ausencia ha vuelto a rememorar historias vividas. El recuerdo se vuelca al lugar donde algún momento gozamos tanta felicidad; ese lugar aún espera que volvamos a continuar nuestra rutina, las cosas permanecen donde la dejamos: la banca que servía también de mesa, la silla frente a la PC, las carpetas con miles de fotos no se han vuelto a abrir; tu delicada mano, no ha vuelto a colgar artículos en la web, y aún, las melodías que descargaste del Youtube, no han vuelto a sonar.

He vuelto a buscar tu perfume en el suave viento que entra por la ventana de mi cuarto. Una mañana retorné a “la casita” a disfrutar tu aroma en los pétalos espiralados de las rosas rojas del jardín; encontré las rosas perladas de gotas de rocío y expulsando seductoras fragancias, como cuando derrochabas alegría y felicidad en cada acto.

He vuelto a ver que las arañas han doblado las hojas de los ramos para tender sus trampas y hacer sus nidos; así como ellas (las arañas), quisiera tender mis redes para que caigas y no te alejes del jardín de mi vida y quedes presa para siempre. Esos florales también extrañan tu presencia para matar los insectos y limpiar las telas que facilite a los rosales exhibirse jovialmente formando un altar de perfumes los que permita aromatizar el ambiente del cual disfrutábamos cada mañana.

Las rosas rojas de ese jardín me han cubierto con sus mágicos aromas, ellas también necesitan de nuestra permanencia y cuidado para mantenerse lozanas y perfumadas. Sus pétalos abiertos entrerizados similan la sonrisa tierna de tus labios melosos que proporcionabas cada día; esos pétalos frescos y coloridos me han devuelto el aroma a felicidad y esperanza; y, me han dicho: ¡te echo mi perfume hasta cuando regrese!

sábado, 8 de enero de 2011

El sol refleja el color de tus ojos

(Por Miguel Silva Blanco) Aún era tarde de primavera. Los rayos rojizos del sol abrazaban agonizantes la vegetación de las faldas de los altozanos cuyas cúspides desaparecen lentamente cuando cae la noche. La tarde fue de aquellas que inspiran, que descansan la vista gozando de la belleza de las figuras crepusculares que brotan entre los garzos distantes y las nubes doradas que dormitan mansamente entre el verdor de la floresta y las montañas del horizonte.

Mientras caminamos junto a unas rocas multiformes platicábamos historias de los abuelos y de alguna experiencia o travesura de nuestra niñez la que nos causaba una que otra carcajada, en tanto, los rayos desfallecientes del sol que se filtran entre los sauces y arbustos del camino fulguran mi rostro y de pronto le despiertan una frase que titula este escrito: “el sol refleja el color de tus ojos”, mientras ríe de los intentos que hizo para que la luz tímida penetre en mis pupilas y aclaren su curiosidad.

Y yo encuentro el color de sus ojos cuando el cielo me mira sonriente con su azul intenso, y su mirar está impregnado en los atardeceres como también en los azules espejos de los ríos que discurren lentamente bajo los sauces. El color de sus ojos me vigilan celosamente en su ausencia como dos guardas que no se apartan de mí ni un solo instante.

El reflejo del sol le ha descubierto el color de mis pupilas; y yo, he encontrado en la profundidad de su bella mirada el color de la esperanza. Mi inspiración ha llegado de distintas maneras: como un crepúsculo, como una gota de rocío, como una nota que apresurado apunto para que no se me pierda en el olvido, o como un rayo de sol que como pluma celeste como un fluir inesperado de ideas puede pintar una sonrisa o titular un escrito.