domingo, 31 de octubre de 2010

Uno de esos días…

(Por Miguel Silva Blanco) Uno de esos días de los que suele darnos la vida, las circunstancias y el destino me permitieron conocer a quien desde hoy la llamaré Selene -para reservar su nombre-. Selene es una joven profesional que ama tanto a su trabajo, a la naturaleza, a los atardeceres, a las cosas buenas de la vida, tanto como a ella misma. Parte de su vida lo ha dedicado a la formación espiritual y siempre disfruta de mis escritos.

Una noche fui con Selene y algunos amigos a un baile social, del cual disfruté hasta el cansancio y ella se limitó únicamente a observar; esa fiesta la cerramos con unas copas en un ambiente privado, Selene solamente acompañó. Casi al amanecer nos despedimos previa invitación para un almuerzo en las horas siguientes; lo típico para ganarme su amistad y estar cerca una vez más.

Pasado el medio día degustamos arroz con mariscos en un visitado restaurant de la ciudad. Aproveché la oportunidad y la estratégica ubicación de nuestra mesa que estaba en un rincón apartado, casi íntimo, que se convertía en un mundo mágico, en el cual, sólo habitábamos los dos. El momento fue preciso para hablar de lo nuestro y conocernos aún más. Entre sonrisas y miradas tiernas comprobé que muchas veces el amor entra y se incrementa por el estómago, aunque no es totalmente cierto, pero ayuda en algo.

El domingo fue perfecto: un atardecer de primavera en medio de musgos y eucaliptos, en un paisaje adornado con nuestra presencia al son de la cascada que hablaba lenguajes extraños y distintos. En el silencio, un beso apasionado nos llena el alma y extiende suspiros; un fuerte abrazo nos junta y abriga nuevas esperanzas; entre tanto, la noche cae y nos envuelve con su manto, y en la oscuridad… en la oscuridad…

Desde entonces no puedo dejar de pensar en ella. La busco en cada rostro, en cada mirada, en cada melodía y lamento porque no está conmigo; desde entonces, se ha incrementado mis ganas de leer y lleno páginas de versos. Desde la distancia, el suave viento que penetra en mi habitación trae su perfume y la imagino muy junto a mí dejándome disfrutar de su calor y su aroma.

Hasta hoy, no sé el momento ni el por qué me acostumbré a ella; pero sé que la necesito, que la extraño tanto, que me hace falta como al pez el agua para vivir o como las plantas que necesitan la caricia del rocío para permanecer hermosas y lozanas. Selene se ha convertido en parte de mi ser y el motor de mi existencia y se constituye en la fuerza vital de mi quehacer cotidiano y en la inspiración constante de mis prosas y versos.

Ver el fondo de su alma y la nobleza de su corazón bastó un segundo; su tierna sonrisa, su ternura y sus virtudes calaron tan profundo en mí ser. Dicen que el amor no es aquello que queremos sentir, sino aquello que sentimos sin querer; pero sé que este amor germinal será como la aurora que poco a poco irá creciendo hasta llegar al día pleno e iluminado que alumbre nuestras vidas para siempre.

2 comentarios:

  1. buenaza la experiencia en la oscuridad...

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  2. Interesante, me parece muy bien, son cosas que cada uno de nosotros pasamos, con la única diferencia es que tu lo escribes, una vez más felicitaciones

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